domingo, 29 de agosto de 2010

Laura Fernández-Montesinos: Los jardines de enseñanza de Maalouf una fiesta literaria


Los jardines de enseñanza de Maalouf una fiesta literaria

 Laura Fdez-Montesinos


Desde las primeras líneas de León el Africano, una de las obras maestras de Amín Maalouf, el laureado escritor franco-libanés, se degusta con intensidad y emoción, cada una de las palabras de la poética narrativa de este autor, que envuelve desde el primer instante, no sólo por su magistral literatura y soberbia narrativa, sino por la excelsa selección de historias, que sin perder jamás el finísimo humor que lo caracteriza, nos hacen volar en pasajes reales hasta países lejanos en el tiempo y el espacio, y que nos conducen a recapacitar acerca de la ruptura que provocamos unas civilizaciones sobre otras, por ideologías extremistas, agrediendo a nuestros propios vecinos, y las consecuencias que estos actos de intolerancia han provocado en el mundo moderno.

Hoy la literatura está de fiesta por habérsele sido otorgado uno de los premios literarios más importantes de la actualidad, y que a consecuencia de la creciente decadencia del Nóbel, tiende a convertirse en el más creíble.

En palabras del jurado, se le concedió el porque “Ha logrado abordar con lucidez la complejidad de la condición humana, y traza una línea propia hacia la tolerancia y la reconciliación”.

De Maalouf se ha dicho que es un autor “incómodo”, por su postura conciliadora entre los pueblos. No obstante ha llevado su voz a foros internacionales, donde ha criticado con su natural elegancia las prácticas políticas invasivas de unas sociedades sobre otras. “El mundo occidental pretende imponer su “democracia” a toda costa en todos los países, al tiempo que rechaza cualquier otra forma de convivencia”.

Nació Maalouf en Beirut, el Líbano, pero debió exiliarse en Francia a consecuencia de la sangrienta guerra civil que asoló su país. Desde ahí inició una carrera imparable en el periodismo, y posteriormente en la literatura, en la que se ha destacado por su calidad literaria, el poético manejo del lenguaje, reconocido dicho mérito en varios premios literarios, algunos de ellos de más alta consideración, como lo es el premio Goncourt, todo un símbolo en Francia.

Nunca ha dejado Amín maalouf de preocuparse por la situación actual de los países que conforman el Mediterráneo, como nunca ha dejado de preocuparse por poner de manifiesto la cantidad y diversidad de culturas que lo componen, y su inquietud por la creciente desigualdad y exclusión de algunas de ellas.

Nacido en el seno de una familia de cristianos, convivió en su niñez de igual forma con la religión de sus padres que con la de sus vecinos musulmanes, adaptando ambas, lo que queda reflejado en sus obras, y en su ánimo por hacer entender al mundo occidental, que todos somos una humanidad, y que la tolerancia con las distintas sociedades que componen el mundo será nuestra única salvación.

“Desde que me exilié a Francia, siempre me ha extrañado el desconocimiento mutuo entre cristianos y musulmanes. Siempre tengo la impresión de que tanto unos como otros nos basamos exclusivamente en prejuicios. Desde que vivo en occidente he defendido que el deber moral de quienes estamos a caballo entre dos civilizaciones, es tratar de disipar algunos de estos malentendidos”. Amín Maalouf.

En su compromiso con este ideal, está apoyando al “Legado Andalusí”, en Granada, España, un ambicioso proyecto destinado a recuperar en lo posible las importantes bases culturales que nos legó la civilización islámica, y que fueron la cuna para el desarrollo del Renacimiento.

“Al-Andalus es un espacio simbólico, fue un momento privilegiado de la historia. Ha sido uno de los grandes momentos de la civilización, en la que personalidades como Maimónides o Averroes, dieron un impulso al pensamiento, a todas las manifestaciones culturales. Tenemos verdadera necesidad de construir algo positivo en torno a este mito positivo”

Ha llegado a hacer suyas las palabras del preceptor del califa cordobés de Al-Hakam II, dueño de la mayor biblioteca de Europa en la Edad media: “todas las tierras, en su diversidad, son una, y los hombres todos son vecinos y hermanos”.

“Hay que mostrar la importancia de esos momentos de encuentros que se dan ocasionalmente en la Historia, como Al-Andalus y no sólo señalar los momentos de rupturas”.

En una de sus últimas obras, Identidades Asesinas, expresa su gran preocupación por la idea de la militancia de la identidad, es decir, el predominio y la instalación de una visión restrictiva y excluyente de lo que somos.

“La identidad debe ser una ocasión para enriquecerse y no una excusa para hacer prevalecer una parte. Se trata de asimilar, de aceptarse, de tolerar. La identidad está en el centro del debate del s. XXI.”.

Y estas ideas han sido su bandera en foros internacionales que han incomodado a muchos actores políticos, y admirado a sus miles de lectores”

El “Desajuste del Mundo, cuando nuestras civilizaciones se agotan”, su último ensayo, ha sido denominada como “una ducha fría contra la indiferencia”. En ella aboga por la universidad de los valores y el respeto a la diversidad de culturas, ha dicho:

“Occidente ha perdido una parte de la credibilidad moral, sobre todo a los ojos de la población del mundo árabe”. “Occidente no respeta la dignidad de las personas, no respeta sus propios valores” “¿Cómo no sentir ira ante una insensibilidad generalizada?”

“La idea de unicidad de culturas es la idea principal cuando se ve lo que ocurre en el mundo. Constituye un verdadero antídoto del que tenemos necesidad. Se trata de buscar un sueño aglutinante para tender puentes.

La primera obra de Maalouf, “Las cruzadas vistas por los árabes” es un ensayo en la que se recogen las versiones de voces de cronistas y “cuenta-cuentos” de diversos países de tradición cultural árabe, en la que se evoca la diversidad en la realidad histórica. La contaminación que la historia sufre según el bando del narrador, y las consecuencias que nos ha acarreado como civilización, el contar con un único dictado, una única versión de una realidad que con frecuencia sufre distorsiones.

Si es un verdadero deleite leer y releer los pasajes de esta primera obra, es sublime la segunda, “León el Africano” es sencillamente una obra de arte.

León el Africano narra la historia de Hassan Ibn Muhammad, un geógrafo granadino de fama en todo el mundo islámico, que siendo muy niño debe salir exiliado con su familia y establecerse en Fez, a consecuencia de la expulsión de los musulmanes y judíos que dictaron los Reyes Católicos cuando tomaron Granada, el último reino islámico de España. De entre las múltiples aventuras y personajes que conoce a lo largo de su vida, es su secuestro por parte de enviados del vaticano a África, el pasaje real más conocido sobre su vida, y por el que debe permanecer bajo el dictado del papa, que lo insta a convertirse al cristianismo y regresar a Granada para predicar con su ejemplo, a todos los que en Andalucía se habían resistido a la expulsión y a la conversión. Durante su estancia en Italia coincide con nombres contemporáneos como Miguel Ángel, con el desarrollo de las armas de fuego, que en palabras textuales afirma con gran razón “desde que se inventaron se acabaron los valientes”.

“Las escalas de Levante” plantea igualmente el entre-culturas oriente-occidente.

“Los Jardines de Luz” es también una alegoría a la tolerancia. Narra la vida del profeta Mani, cuando en los albores del cristianismo, su padre arrebata al bebé Mani de brazos de su madre y lo ingresa con él en una secta cristiana represora y dictadora, donde no se permitía libertad alguna, ni siquiera la creación artística, y mucho menos renegar de ella, y se castigaba con excesivo rigor cualquier falta a la normativa, por pequeña que ésta fuera. A disgusto con tales prácticas, escapó Mani, y recorrió mundo predicando el poder de la tolerancia, y la búsqueda de la belleza en el mundo, como fin único de la verdad divina. Fue acogido en la corte persa de Sapor y de su hijo Ormuz, por lo que fueron asesinados, quizás ambos, por los religiosos zoroastristas, la principal religión persa, que no aceptaban el dictado de Mani de que cualquier creencia o religión fuese válida.

Finalmente las creencias de Mani fueron desprestigiadas por San Agustín, antiguo Maniqueo que más allá de renegar de ellas, las abolió en sus libros. Los maniqueos fueron perseguidos y su visión religiosa de tolerancia y amor hacia el prójimo, y la búsqueda de la verdad en la belleza, desapareció para siempre.

“Samarcanda” es la deliciosa novela en la que recoge y registra la vida y la poesía del gran poeta persa Omar Kayyam.

Por “La Roca de Tanios” recibió el premio Goncourt de literatura, el más prestigioso de Francia. En ella plantea el problema, en clave de finísimo humor, de la identidad de culturas, comparando lo que consideramos a un individuo bastardo por su procedencia, con una cultura o sociedad bastarda por su mezcla y diversidad.

El Primer siglo después de Béatrice es un alegato a favor de la mujer. No es de extrañar, vivimos en un mundo muy contradictorio, en el que según nuestra marca occidental estamos “liberadas”, y sin embargo seguimos sometidas al mundo laboral y emocional masculino, donde la prostitución, por ej. sigue siendo indigno ejercicio laboral, se suceden los asesinatos de género, seguimos sometidas al marido, a tener que soportar la infidelidad y escondernos para poder ejercer nuestra libertad y nuestros derechos, quienes se atreven a ello, a nuestro ejercicio como amas de casa, madres y esposas, y soportando las mismas reprobaciones masculinas de las que hemos sido objeto desde el principio de los tiempos, sin que haya cambiado mucho la situación desde entonces.

En “Identidades asesinas” muestra su preocupación por la situación de la identidad nacional excluyente de otras ideas, civilizaciones, sociedades. Una circunstancia que creíamos del pasado, pero que tristemente crece con inusitada violencia en esta época.

Sobre esta peculiaridad se muestra Maalouf profundamente preocupado y triste, y así lo ha expresado:

“Temo que la idea militante de identidad y de las identidades nacionales, predomine y se instale una visión restrictiva y excluyente de lo que somos. La identidad ha de ser una ocasión para enriquecerse y no una excusa para hacer prevalecer una parte. Se trata de asimilar, de aceptarse, de tolerar. La identidad está en el centro del debate del s. XXI”

“La unidad de cultural es la idea principal que asumir cuando vemos lo que ocurre en el mundo. Constituye el antídoto que necesitamos para el buscar el sueño de aglutinar, tender puentes entre pueblos”.

“Hay que mostrar la importancia de los momentos de encuentros entre civilizaciones que se dan ocasionalmente en la historia, como sucedió en Al-Andalus, donde en 1492 hubo un corte desastroso, y esa ruptura de dos mundos fue determinante”.

“No es casualidad que los lugares que fueron en su día encuentros de culturas se vean hoy día amenazados. Hoy día hay más cultura amenazada que en el pasado. Somos bárbaros a pesar de nuestros aviones y nuestros televisores”.

“Se piensa que si vamos cada uno por nuestro lado, si cada uno se instala en su propio territorio, las cosas irán mejor, y eso no es cierto”.

Con esta elegancia, tanto en su expresión, como en su literatura, expresa Maalouf su malestar por los sucesos presentes, y trata de mostrarnos con sus novelas y ensayos, que procedemos de una hermandad, aunque nunca hayamos aprendido del pasado, sino que arreciemos nuestra barbarie como sociedad.

Este artículo contiene extractos diversos de entrevistas televisadas, del Diario El País de España, y digitalizadas por el Legado Andalusí.

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